Motor de cambio: la Expresión Corporal


Por Mirta Blostein



La danza contemporánea y el Movimiento Expresivo

El cuerpo impactado. La palabra transfigurada. El espacio transgredido. La forma, la bella forma alterada. El tiempo apresado por la velocidad; mientras tanto, suceden los acontecimientos. De la misma forma, la danza pasa por los cuerpos-sujetos muy velozmente, pero su huella permanece en la memoria interna, en los huesos, en cada fibra muscular, en la piel.
¿Qué hay detrás del movimiento que se transforma en palabra? ¿Qué hay detrás de las palabras que captan el cuerpo y los dibujos del movimiento? ¿De qué manera se establece el puente entre pensamiento y movimiento? ¿Hasta dónde llegan el pensamiento y el movimiento en su continuo accionar?

¿Qué es la Expresión Corporal?

¿Por qué involucrarse en el Movimiento Expresivo?
¿Cómo pensar la danza?

Yo accedo al pensamiento desde el movimiento, y el pensamiento me lleva al movimiento. Al escribir, brotan las palabras a partir de imágenes de cuerpos en movimiento o a partir de cadenas de sensaciones presentes en mi cuerpo.
Entonces, me remito a la vivencia. La intención, el estímulo fundamental, el fondo irreductible es crear curiosidad. Curiosidad por indagar el más allá de la palabra y el más allá del movimiento. No sabemos si existe un más allá, pero en el momento en que lo pensamos, surge una inquietud como una entidad útil que nos convoca a indagar.
La danza contemporánea atravesó diferentes etapas que dieron –y siguen dando– lugar a diversos estilos. En sus comienzos, la danza contemporánea fue impulsada por la necesidad de libertad. Rompió estructuras y negó la técnica. Más tarde, volvió a la técnica. Surgieron, entonces, las técnicas de lo que conocemos como danza moderna. Las transformaciones llegan hasta el abanico innumerable de estilos y diversas formas de entrenamientos que existen en la actualidad.
Desde los comienzos de la danza contemporánea, la danza se inclinó hacia dos extremos: o bien la destreza y el preciosismo técnico, o bien la expresión libre, el puro goce del movimiento. En el medio, se despliega un sinnúmero de estilos no definidos, que combinan talento y creatividad, pero que no acaban de aclarar sus rumbos y detienen su propio desarrollo.
Ante esta realidad, considero que lo más valioso es el lenguaje expresivo del cuerpo, más allá de la técnica y más allá de las aptitudes de orden físico. Existen sujetos que poseen, en sus cuerpos, una fuerza dramática que no guarda relación con sus posibilidades físicas. Esa fuerza dramática se evidencia en una cualidad de movimiento propio, que se proyecta en el espacio por medio de energía expresiva, un plus que otorga la presencia, un algo más que es difícil de explicar desde el campo racional.
A continuación, voy a compartir la importancia del desarrollo del lenguaje expresivo del cuerpo, convertido en lo que se denomina Movimiento Expresivo. Así, veremos que esto es un posible camino para orientar una demanda latente, de muchas personas y de muy distintos lugares, por crear danza a partir de concepciones alternativas.

La danza y el pensamiento

Dice David Le Breton: “Dadme un cuerpo; esta es la forma de inversión filosófica. El cuerpo ya no es obstáculo que separa el pensamiento de sí mismo, no es lo que el pensamiento debe superar para conseguir el pensar. Por el contrario, el cuerpo es aquello en lo cual el pensamiento se sumerge o debe sumergirse para alcanzar lo impensado, es decir, la vida. No es que el cuerpo piense, sino que, obstinado, terco, fuerza a pensar lo que escapa al pensamiento, la vida”.
El lenguaje expresivo del cuerpo, el movimiento, es acción. Acción dinámica y dramática que comunica desde y a partir de la fuerza interior presente en cada espacio interno del cuerpo. El cuerpo-sujeto que se sumerge en el espacio con un salto, que lo hiere con un lanzamiento de pierna, que lo arrulla con un giro suave y planeado, o que lo salpica con intensas caídas y recuperaciones, no sólo atiende a un esfuerzo muscular, sino que, en cada acción, va desgranando trozos de vida, de esa historia personal cuya huella se encuentra, precisamente en los espacios internos del cuerpo.
Cuando el sujeto está en movimiento, danzando, la acción de pensar queda suspendida en el espacio de la mente, pero no desaparece, solamente queda suspendida. Luego, en el momento de quietud corporal, el pensamiento irrumpe de manera suave o abrupta, como cascada copiosa de agua clara u oscura, agua como cristal o agua que arrastra guijarros u hojas. Los trozos de ideas, las cadenas de pensamientos, emergen como el final de una cascada. La palabra se hace oír.
Este efecto sucede, porque los sentimientos y las emociones están a flor de piel. Se despiertan, se mueven, cuchichean, gritan, susurran. No están ausentes, su presencia es innegable. Tanto los sentimientos como las emociones están estrechamente entrelazados, ligados al movimiento.
Agrega Le Breton: “La emoción no es una sustancia, un estado coagulado e inmutable que puede encontrarse en la misma forma, en las mismas circunstancias y en toda la unidad de la especie humana, sino una tonalidad afectiva que se extiende como una mancha de aceite sobre el conjunto del comportamiento. Las emociones o los sentimientos no son libélulas clasificadas bajo un cristal; son formas sociales de conocimiento que alimentan estados afectivos más o menos identificables. Las emociones sentidas y expresadas son obra de un hombre inmerso en la turbulencia de un mundo jamás dado, y no sólo de una colección de músculos o un programa genético. El cuerpo no es una cosa, una sustancia o un organismo, sino una red plástica contingente e inestable de fuerzas sensoriales, motrices y pulsionales, o mejor aun, una banda espectral de intensidades energéticas, acondicionada y dirigida por un doble imaginario: el imaginario social y el imaginario individual”.
Si nos dejamos conducir en un vuelo de avión hecho de energía expresiva y de imaginación, a través de innumerables asociaciones poéticas, arribamos al encuentro con la fuerza expresiva que posee el cuerpo-sujeto. Este devenir del pensamiento nos invita a preguntarnos: ¿Qué es la Expresión Corporal (EC), cuál es su importancia y qué nociones la sostienen?

La Expresión Corporal, definida por Patricia Stokoe

La EC fue definida por su creadora, la bailarina argentina Patricia Stokoe, así: “Es la danza de cada persona, según su propia manera de ser, de moverse, de crear y de decir con su cuerpo. […] Creemos que para descubrir cómo tú eres, no tienes que copiarme a mí, sino encontrarte a ti. […] La EC, cuando se desarrolla como lenguaje en sí mismo, con su propia autonomía, con su propia gramática y sus propios códigos de comunicación, pertenece al campo de la Danza. Es una actividad artística, patrimonio de todos los seres humanos. Como tal, es el lenguaje del cuerpo con sus posibilidades de movimiento y quietud, sus gestos y ademanes, posturas y desplazamientos, organizados en secuencias significativas, como manifestación de la totalidad de la persona”.

Siguiendo las características establecidas por Stokoe, la importancia de la EC se vuelve vital, ya que permite el desarrollo integral del movimiento, más allá de las posibilidades de orden anatómico de cada individuo. Asimismo, se hace presente la emoción en las cadenas de movimientos y permite que en la danza surjan dinámicas, espesuras, colores, densidades. Así, la EC posibilita la riqueza de comunicación de sentimientos, por medio de formas que emergen en la acción.
La práctica de la EC es compleja y requiere de un profundo conocimiento del maestro o coordinador que la enseña. En general, su metodología es poco conocida y es llevada a la práctica por personas que poseen conocimientos de danza, aunque no tengan especialización en EC. Esta situación inconveniente sucede porque la denominación de Expresión Corporal conlleva un significado vago: por cierto, todo cuerpo-sujeto es expresivo en sí mismo. En este sentido, la expresión corporal se hace presente en la vida cotidiana: en el hablar, el caminar, la manera de sentarse, de comer, de hacer el amor. La danza es, precisamente, expresión corporal codificada.
Ahora bien, cuando se atiende al fenómeno de la EC, se trata, de manera específica, del desarrollo del lenguaje corporal expresivo propio. Se trata de explorar por medio de la improvisación, herramienta de base de la EC, cada segmento del cuerpo: desde los huesos hasta la piel. Es la realización de un viaje a través de la historia que está inscripta en el cuerpo. Es el encuentro con movimientos desconocidos, movimientos que el sujeto jamás creía que podía realizar. Es el ascenso, hacia la superficie, de escenas que hilan historias de sentimientos. Esas escenas son tejidas en esas danzas personales y grupales que se realizan a partir de la vivencia plena del movimiento.
Dice Elina Matoso: “Lo vivencial es lo tangible de la interioridad, que puede conducir a una producción artística, a un acto de comunicación sensible con el otro, a la apertura de la dimensión perceptiva, a la captura mágica del ser humano como ser creador. Forma, transforma las huellas del destino, las ideas preconcebidas, las verdades absolutas o impuestas, e ilumina el valor del instante, del estar vivo, en un estado de expresión y creación”.
Además de la exploración de cada motor del cuerpo, la EC realiza la exploración de los elementos inherentes al movimiento y a la coreografía que son: tiempo, espacio, forma, peso, volumen. Estos permiten dar consistencia, ubicación, amplitud y nuevas formas al movimiento. Se completa, así, el juego de las exploraciones con los elementos que aportan la técnica y el teatro. La técnica, además de dar fuerza muscular, colocación, desarrollo de la coordinación, entre otras habilidades, permite que el lenguaje corporal se abra, a partir de las secuencias que son introyectadas en el cuerpo. Cuando el movimiento está ligado a la emoción, la fuerza muscular obtenida en el entrenamiento permite que el movimiento fluya con más presencia y expresividad. Asimismo, al integrar las áreas del teatro y del movimiento, la EC permite que las exploraciones abran un campo de gran creatividad y permitan al sujeto trascender sus propios límites.
Hasta aquí siguen pendientes las respuestas a estas dos preguntas: ¿Por qué hablar de Movimiento Expresivo? ¿Desde qué lugar es productivo pensar la danza? Comencemos con la primera. El devenir del pensamiento contestará la segunda.


El cuerpo expresivo

Para poder explicar qué es el Movimiento Expresivo, me es preciso compartir la noción de cuerpo expresivo. La maravilla de las cadenas de movimiento que se proyectan en el espacio-tiempo tiene una riqueza y una fuerza expresiva difícil de ser traducida a las palabras. Pero sí es posible afirmar que el caudal de las emociones que surgen del cuerpo expresivo produce escenas de valor dramático y de extraña belleza. En un trabajo para la Universidad Autónoma Metropolitana, yo había comentado: “El cuerpo expresivo es una particular manera de integrar y de proyectar, en el tiempo-espacio, formas-imágenes, volúmenes, pesos, que cobran significado a través de la presencia de cadenas de emociones. Estas emociones surcan el espacio y lo cargan de representaciones motivacionales que emergen de los sentimientos movidos por el accionar del cuerpo”.
Entonces, regreso a aquella intención, estímulo fundamental, fondo irreductible que me dirige hacia la curiosidad: curiosidad por indagar el más allá del movimiento, curiosidad por extraer, del cuerpo-sujeto, esa manera especial de moverse, ese lenguaje expresivo cargado de historia, que es proyectado al espacio por medio de las caprichosas formas, cuyos pesos y volúmenes cuentan historias sin palabras que son tejidas por el tiempo. Así, la emoción se esparce como una mancha de aceite y logra ese contenido dramático que es necesario para establecer el juego de la comunicación.
Progresivamente el producto que surge de la tarea desarrollada en el campo de la EC comienza a tener una dimensión diferente en su calidad del movimiento: manifiesta claridad, fuerza expresiva y muscular, manejo del espacio y el tiempo, mayor claridad en la proyección de emociones, mayor control y, a la vez, mayor riqueza en las secuencias o textos corporales. Es entonces cuando nos acercamos al Movimiento Expresivo, mediante el cual se pueden construir obras coreográficas.
Una vez más aparece la curiosidad. Ella encierra otra inquietud muy fuerte. Esta duda es: ¿cuánto es capaz de abrir el lenguaje expresivo, de romper los estereotipos, y de lograr ir más allá de los propios límites?


Otros modos

Lo que sigue a continuación son reflexiones para concebir un bailar de otro modo, una idea plasmada sobre el artículo de Maria Inés García Canal, “Pensar de otro modo”.
Michel Foucault en El uso de los placeres propone “un ejercicio filosófico en el que se ventila saber en qué medida el trabajo de pensar su propia historia puede liberar al pensamiento de lo que piensa en silencio, y permitirle pensar de otro modo. […] ¿[Estas prácticas] condujeron efectivamente a pensar de otro modo? Quizás, cuando mucho, permitieron pensar de otro modo lo que ya pensábamos, y percibir lo que hicimos desde un ángulo distinto y bajo una luz más clara”.
Las palabras anteriores impulsan una reflexión para el movimiento. ¿Mover nuestra propia historia (hurgando lo que guarda el esqueleto o cada arruga de la piel) puede liberar al movimiento, puede permitirnos danzar en el espacio, bailar de otro modo? Más todavía: ¿Mover nuestra historia puede, parafraseando a Foucault, permitirnos bailar lo que ya habíamos bailamos pero ahora desde un ángulo distinto y bajo una luz más clara?
Como sujetos, estamos marcados por el lenguaje y el pensamiento de una época. Como bailarines, estamos marcados, además, por nuestra característica física (estructura ósea, tipo de articulaciones, tono muscular, tendones) y psicoemotiva y por la técnica que adoptamos. Eso definirá el movimiento que produzcamos. Estamos determinados sólo parcialmente por nuestro estilo personal, es decir, el lenguaje corporal de nuestro estilo es susceptible de cambios. Recordemos a Foucault dice: “Pensamos al interior de un pensamiento anónimo y forzoso que es el pensamiento de una época y una lengua. Este pensamiento y este lenguaje tienen sus leyes de transformación [...] Es el fondo sobre el que nuestro pensamiento libre emerge y brilla un instante”.
Además de estar determinados por una realidad histórica cultural, nos movemos a partir de la presencia interna, no sólo física sino también de imágenes, de incontables cadenas de secuencias de movimientos que fueron introyectadas al interior de nuestro ser. Esta realidad también tiene sus leyes de transformación. Me pregunto: ¿No son estas leyes el fondo sobre el que nuestro movimiento libre emerge y brilla un instante?
De diversas maneras, estamos atrapados en el espacio-tiempo que habitamos. Así lo expresa María Inés Candal: “Cada tiempo y cada espacio prescribe y determina las formas de relación del individuo con su cuerpo, con las reglas, con la verdad y con lo esperable, de allí que tendremos producciones subjetivas, en cada espacio-tiempo con características semejantes; formas de trabajo sobre el sí mismo que responde a una misma tecnología del yo”. En efecto, la producción de la danza surge dentro de esos contextos: el arte es emergente de lo que vivimos.
Sin embargo, el hecho de que conozcamos esta situación, no implica que debamos amarrar a la danza dentro de un único camino de exploración. De por sí, ya el abanico de posibilidades que nos ofrece la realidad es infinito y no se agota en la destreza técnica únicamente. Sería ideal que la adquisición de la destreza técnica permitiera ir más allá de los movimientos conocidos, para no clausurar el campo exquisito de subjetividad que posee la danza. En palabras de Candal: “Hoy los sujetos refutan las formas en que ha sido modelada su subjetividad, refutan las técnicas aplicadas sobre sí, el trabajo impuesto por la cultura para hacer de ellos subjetividades sometidas”.
Pero los bailarines, ¿cuánto nos empeñamos en refutar las formas en que es modelada la subjetividad? Los bailarines ¿en qué medida estamos sometidos consciente e inconscientemente?
La institución de la danza es fuerte, sus reglas son estrictas y cerradas, demarcadas por prejuicios y por relaciones de poder, un poder que se ejerce sistemática y directamente sobre, en y dentro del cuerpo. Pero el poder interior que cada sujeto tiene, como toda fuerza, contiene un motor de cambio.
Las rutas, quebradas, cañadas, montañas, interminables caminos que me llevaron las innumerables horas de movimiento solitario siempre me reenvían a estas preguntas: ¿Es posible correr las fronteras de las limitaciones? ¿Es posible abrir el lenguaje corporal, o siempre caemos en un nuevo estereotipo? El Movimiento Expresivo, esa calidad de movimiento que altera las formas bellas, ¿es un posible camino para bailar de otro modo?



Bibliografía

-Blostein, Mirta, De los decires del cuerpo (tesis de Maestría en Psicología Social, de Grupos e Instituciones), México, UAM Xochimilco. Inédita.
-Blostein, Mirta, “Bailar de otro modo” (ponencia), México, Segundo Encuentro de Danza en el Centro Cultural Ollín Yoliztli, 2001. Inédita.
-Foucault, Michel, El uso de los placeres. Historia de la sexualidad II. México, Siglo XXI, 1986.
-Foucault, Michel, Saber y verdad, Madrid, La piqueta, 1991.
-García Canal, María Inés, “Pensar de otro modo”, en Laura Baca Olamendi e Isidro Cisneros (eds.), Los intelectuales y los dilemas políticos en el siglo XX, México, Flaxo Triana, 1997.
-Le Bretón, David, Antropología del cuerpo y Modernidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1990.
-Matoso, Elina, El cuerpo, territorio escénico, Buenos Aires, Paidós, 1992.
-Matoso, Elina, El cuerpo, territorio de la imagen, Buenos Aires, Letra Viva / Instituto de la Máscara, 2001.
-Stokoe, Patricia, “Expresión Corporal”, documento suministrado por la Escuela de EC de Patricia Stokoe. Inédito.
-Stokoe, Patricia, Expresión Corporal, arte, salud y educación. Buenos Aires, Humanitas / Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas, 1990.
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Foto de Óscar Pugliese: Mirta Blostein en su obra "Cuando pelo la cáscara de la cebolla... Me hace llorar" (México, 1989).